Los recursos de tecnología de la actualidad logran favorecer en una gran medida este compromiso.

Aun logrando el asegurar que los sistemas, los métodos y procedimientos sean funcionales, pragmáticos y fáciles en la presentación del servicio al cliente, si el protocolo no logra traer consigo una dosis de espacios, como lo puede ser por ejemplo el de individualización, de contextos, de historial, de relacionamiento, esto solo favorece a que la experiencia del cliente quede inconclusa.

Sucede que el cliente se anticipa y logra crear una idea preconcebida de cómo va a lograr ser atendido en la prestación de algún servicio y trae en su mente algunas experiencias precias, es decir esto significa que el proceso con cierta carga emocional sea positivo, pueda ser neutra o negativa al respecto.

Si la experiencia que se ha tenido a sido negativa o intrascendente en el aspecto emotivo, el reto podría ser mucho mayor, pues es posible que ya tenga cargando un recuerdo negativo que puede llegar a ser incluso hostil por la mala experiencia.

Cada vez sucede más que la experiencia del cliente se gesta y se logra desarrollar en ambientes digitales y de autoservicio, donde la ayuda de otras personas para lograr un objetivo es parcial. Es por ello que resulta que puede llegar a ser favorable que no solo se puedan apoyar de tecnología para lograr se cumpla un servicio, sino que se cuente con personas que puedan ayudar a que la experiencia sea mas amena, sin dejar de lado la empatía.